sábado, 30 de diciembre de 2017
31 de enero, día internacional de los Tercios (#31EneroTercios)
Es cierto, no se puede poner en duda, los Tercios están de moda. La historiografía militar española está viviendo unos tiempos de oro. El recuerdo hacia las unidades militares que garantizaron la supervivencia del Imperio español sigue más vivo que nunca.
Los Tercios españoles, esa infantería legendaria que constituían una tormenta sobre Europa en los Siglos XVI y XVII, tienen en sus haberes multitud de batallas gloriosas. Entre ellas la Batalla de Gembloux que tendrá un nuevo aniversario el próximo 31 de enero. Es cierto, se han vivido tiempos oscuros con el peso de una Leyenda Negra que constreñía a la sociedad española. La visión negativa al pasado español afectó, sin duda, a los soldados españoles que se batían en buena parte de Europa por un pedazo de gloria, una esperanza de salvación o un puñado de ducados.
Aún así, ya vemos la luz. Los estudios históricos son cada vez más intensos y ,quizás, solo falte ese empujón para llegar al colectivo social ,de españoles y españolas, que aún no conocen quien fue Don Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio o Cristobal o Julián Romero.Todos los datos se han ido congregando en torno a exposiciones, trabajos científicos o recreaciones de todo tipo con un carácter más científico que divulgativo.
De este modo, desde Morrión y Pica, proponemos congregar en torno a la fecha del 31 de enero todo un conjunto de actividades relacionados con los Tercios españoles. La fecha del 31 de enero es fruto de una decisión meditada, pues sirve de conmemoración de la batalla de Gembloux, anteriormente mencionada. Se pretende, pues, que la fecha sirva para conectar con la actuación en Flandes de los Tercios españoles, que es el gran eje de operaciones que ha trascendido en el imaginario colectivo. Por otro lado, la consagración del 31 de enero como fecha señalada sirve para reforzar el papel de los soldados, que sin distinción de clases o grupos sociales, engrosaban las filas de los Tercios. Por otro lado, también sirve de homenaje a toda la sociedad española de los Siglos XVI y XVII que se vio envuelta en un desafío colosal, mantener viva la llama del Imperio español.
Por todas estas razones os invitamos a sumaros a la iniciativa #31EneroTercios en Twitter, Facebook y demás redes sociales. Comparte todo tipo de información, obras y estudios acerca de los Tercios españoles. En las próximas fechas concretaremos, desde nuestro perfil de Twitter @MorrionYPica, toda una serie de actividades en las que colaborar ese día Puedes ponerte en contacto con nosotros y proponer cualquier tipo de actividad mediante el mail: morrionypica@gmail.com Convirtámonos en eje de una nueva proyección histórica. Por la verdad, por nuestro pasado y por todos esos hombres y mujeres que dieron todo por lo que creían justo.
viernes, 7 de julio de 2017
El Camino español, una cremallera en Europa.
El Camino Español, Augusto Ferrer Dalmau. |
En ocasiones la Historia se ha comportado realmente mal con
una serie de sucesos que, con el paso del tiempo, han sido abandonados a unas
breves páginas dentro de libros colocados en pequeños rincones dentro de unas
estanterías enormes de una biblioteca. En España somos muy proclives al
destierro de nuestra propia historia y un buen ejemplo es el Camino Español,
cuyos mayores estudiosos (Geoffray Parker o John Elliot) proceden de tierras
lejanas.
El Camino Español era, en pocas palabras, el recorrido que
conectaba a los soldados españoles para llegar a Flandes, cuando aún no se
ponía el Sol. El Imperio Español consiguió, en tiempos de Carlos V, anexionarse
Flandes lo que comprende los actuales Países Bajos y Bélgica. España alcanzó su
época más dorada pero pronto llegaron los problemas. Lo cierto es que el
protestantismo se extendió por toda Europa y en Flandes llegó hasta su máxima
expresión con Guillermo de Orange. Mientras Felipe II alzaba a su máximo esplendor
el catolicismo. El choque estaba asegurado y el conflicto en Flandes acabó
desembocando en la Guerra de los Ochenta años.
En este contexto, en 1567, el Duque de Alba partió hacia
Bruselas inaugurando el Camino Español. El objetivo era sofocar a los rebeldes
flamencos protestantes y acabó empezando un ejercicio de diplomacia sin igual.
Las tropas de los Tercios de Flandes eran reclutadas en diversas villas de la
península, en ocasiones también fuera de España, los soldados posteriormente
eran llevados a diversos puertos de embarque entre los que destacan Alicante,
Cartagena o Barcelona. Una vez allí cogían los barcos y navegaban hasta la
república de Génova con quien España trató de mantener siempre buenas
relaciones y de ahí al Milanesado, territorio español durante el Siglo XVI,
para comenzar el Camino Español. El viaje que emprendió Fernando Álvarez de
Toledo, el duque de Alba, pasó por el Ducado de Saboya, Franco – Condado,
Lorena, Luxemburgo y de ahí hasta Bruselas. En los años posteriores los
problemas con las otras grandes potencias, en especial Francia, obligaron a
España a tratar de negociar con los Cantones católicos suizos o la Valtelina
para convertirse en un nuevo paso de tropas y de esa manera evitar el choque
frente a guarniciones francesas o
inglesas.
Para realizar este viaje de casi 1.000 kilómetros entre
Milán y Bruselas, los soldados españoles del Ejército de Flandes invertían en
torno a seis semanas, aunque hay diversas crónicas con tiempos records
establecidos en treinta y dos o treinta y cuatro días. El trayecto era
realmente una Odisea, los soldados sufrían todo tipo de calamidades que
incluían el ataque de campesinos hasta la falta de dinero para conseguir
suministros. Una parte fundamental del recorrido la formaban los alojamientos.
Se formuló un sistema de etapas para conseguir que los soldados tuvieran sus necesidades
cubiertas, estas etapas se situaban en diversos puntos estratégicos del viaje y
ahí se reunían los mercaderes que vendían sus productos.
Mapa representando el Camino Español. Fuente: Desperta - Ferro |
Un grave problema para el soldado medio de los Tercios de
Flandes era la falta de pagas que recibía. Las arcas de la Monarquía Hispánica
no podrían hacer frente a la multitud de batallas que se libraban en el Imperio
y los soldados veían en el saqueo de las ciudad
Lo cierto es que el Camino Español, inaugurado por el Duque
de Alba, originó un ejercicio de diplomacia y logística sin igual, la Monarquía
Hispánica tuvo que llegar a acuerdos con todos los territorios por los que
pasaban sus soldados. Los piqueros, arcabuceros y mosqueteros se rodearon de
sus familias durante el viaje, lucharon contra viento y marea hasta alcanzar
Flandes. Todo por un puñado de gloria eterna, la búsqueda de la honra o ganarse
el pan de cada día. Lucharon con convicción, por su reino y por su rey. Una vez
alcanzaban Flandes los soldados llegaban con arapos y hambrientos y aún les
quedaba lo peor, la lucha infinita por aquella empresa que no daba lustre. Triunfando
alcanzó a nadie pero nadie quería salir de este mundo sin poner la pica en
Flandes, porque honraba y sobre todo porque se luchaba por lo que se creía. Por
Dios y por España.
Alegoría de la entrada del Duque de Alba en Rotterdam inaugurando el Camino Español. |
Nos toca a todos y cada uno de nosotros recuperar este pedacito
de Historia y convertirlo en un referente, en una empresa que cambió el mundo y
que fue toda una cremallera en Europa. Cambiamos el mundo. El Camino Español
terminó de usarse en 1622 ante los problemas con los franceses pero su recuerdo
debe servirnos para apoyarnos en la búsqueda de cualquier signo del Imperio
español, de la verdad y de la Historia.
lunes, 5 de junio de 2017
La silla de Felipe II es un altar de origen vetón.
La Historia siempre nos
parece la narración de un hecho tangible, contar una historia como si fuera una
doctrina de fe y a la que poco o nada se puede objetar. Esta es la visión del
público general que se acerca a leer el género de novela histórica o, porque no
decirlo, de todo aquel que se aleja del estudio de la Historia como ciencia. Lo
cierto es que desde que Herdert introdujo la filosofía en la Historia los
planteamientos científicos, propios de las ciencias sociales, sirven para
cambiar todo tipo de leyendas y mitos que se han ido contando a lo largo de los
siglos como una verdad absoluta, esto nos llevó a acabar con el mito de Rómulo
y Remo en la formación de Roma o en el caso que aquí nos compete a desmitificar
que Felipe II se sentara en la silla próxima al Monasterio de San Lorenzo de El
Escorial.
Esta última idea es la
base principal de la conferencia ofrecida por la arqueóloga y epigrafista
Alicia Cantó el pasado uno de junio en la Casa de Cantabria de Madrid. La
profesora de la Universidad Autónoma de Madrid ha dedicado más de dos décadas
al estudio de la famosa silla de San Lorenzo de El Escorial y ha asentado una
base científica con la que se acaba la leyenda.
La leyenda que nos ha
llegado hasta hoy afirma que una vez se comenzó la construcción del monasterio
de San Lorenzo de El Escorial, tras la batalla de San Quintín, cuyo promotor
fue Felipe II. El propio rey mandó construir un lugar desde donde poder ver las
obras de construcción del Monasterio. Parece ser que esta idea surgió ya a
mediados del Siglo XVIII a partir del cuadro de Luis López de Catalá en el que
aparece Felipe II en la silla justo en el momento que recibe la noticia de la
derrota de la Gran Armada, mal llamada Armada Invencible, en aguas inglesas. La
obra pictórica tuvo una difusión enorme al convertirse en la imagen de los
billetes de cien pesetas y de esta manera se introdujo en el imaginario
colectivo de los españoles, hasta llegar a nuestros días.
Lo cierto es que no se
conservan testimonios de la época que aclaren la existencia de esta silla, siempre
se dice que si el rey “Prudente” quería ver las obras lo hacía desde Abantos,
tal era la belleza de esta vista que el propio rey, cuando se aproximaba a la
muerte, pidió volver al monte Abantos para recordar lo que desde allí se veía.
Otros dos inconvenientes que tiene la leyenda son los propios ropajes del Siglo
XVI, pues estos eran incompatibles para sentarse en tal lugar y por si fuera
poco desde el lugar es imposible ver con precisión el Monasterio, al menos con
el nivel que podría requerir la supervisión de las obras.
¿Si no es la silla de
Felipe II qué es esta construcción? Esta
fue la pregunta que se hizo Alicia Cantó y que aclara en la conferencia con un
trato exquisito hacia la disciplina. La construcción es mucho más antigua que
el Siglo XVI, esa fue la primera conclusión que obtuvo la epigrafista. La
piedra tenía patina que es una capa de residuos que se forma pasado una gran
cantidad de años, esto indica claramente que estamos ante una obra de origen
remoto. Todo parece indicar que estamos ante un altar de origen vetón, al menos
eso es lo que nos parecen indicar una serie de restos de la “silla” como podría
ser la existencia de orificios. Además está situado en una zona fronteriza con
una zona de bosques centrados en el roble, un árbol esencial para la cultura
céltica, es un elemento indispensable que nos refuerza que data de origen
vetón.
El altar no solo era el
lugar donde se cometían sacrificios de todo tipo sino que su principal función
era la adivinación, los hispanos eran vistos como grandes adivinos consiguiendo
establecer augurios mediante el vuelo de las águilas, estos animales eran
vistos como mediadores entre los dioses y la Tierra y predominaban en la zona
de Abantos, elemento que nos refuerza la tesis de la profesora Cantó, además de
la multitud de manantiales de agua que recorren la zona.
El altar está dedicado
al Dios Marte de los vetones, que está también representado en una piedra
cercana la silla, se sabe que es un Dios vengativo por la posición de sus manos
en forma de arenga, un elemento característico de la civilización vetona.
Comparando la silla con altares como el Canto de Castrejón observamos un
paralelo muy importante y es su forma con dos escaleras y una zona abarquillada
y otro ejemplo es el Altar Viejo con restos de escalones y un derramadero, por
tanto todos los indicios indican que la silla fue un altar para la adivinación
y el sacrificio. Como curiosidad señalar que en un lado aparece la fecha de
1867 que es el momento en el que posiblemente se modificó la silla.
Hay un cierto tabú
sobre los altares de origen animista en España, un complejo que enraiza con el
rechazo a una tradición y que se aleja de todo proceso de estudio científico
histórico. La labor de Alicia Cantó resulta determinante para acabar con todo
este tipo de prejuicios y sobre todo, para construir un relato histórico lo más
cercano a la realidad posible. Es hora de todos nosotros, de continuar con el
estudio y no abandonar a la Historia.
martes, 28 de marzo de 2017
Las extrañas de "El Prudente"
Retrato de Felipe II |
Felipe II, rey de la Monarquía
Hispánica desde 1556 hasta 1598, es el ejemplo perfecto de la consolidación de
lo que se ha venido a llamar Estado Moderno, no solo institucionalmente
hablando sino desde el punto de vista cultural. En efecto, el desarrollo
cultural del Rey “Prudente” resulta a todas luces un legado muy importante.
Felipe II fue un rey profundamente religioso, extendió la fe
católica más allá del infinito en sus etapas de expansión y descubrimiento de
las Indias Occidentales (América). Esta relación tan estrecha con la ideología
cristiana tiene el pretexto de su padre,
Carlos I, quién le educó bajo los preceptos de la Santa Iglesia. Por tanto es
necesario advertir que en la figura de Felipe II encontramos la existencia de
una visión providencialista, es decir, que los sucesos en la vida terrenal
estaban claramente marcados por los designios del padre todopoderoso. Este mismo ímpetu empujó al nieto de Isabel y
Fernando a liderar a la Liga Santa frente al Imperio Turco Otomano, motivo de
liberación para Europa que se veía cada vez más amenazada por la expansión de
los Sultanes Mohammed II, Bayocetto II, Selim I o Soleiman “El Magnífico”.
Todos estos eventos se traducían en actitudes diarias del “monarca
escurialense”, oía con frecuencia misa, hacía retiros espirituales en Cuaresma
y era muy devoto a la eucarestía.
Pero la Monarquía Hispánica no solo
invertía su tiempo en eventos religiosos, Felipe II tenía multitud de aficiones
que son recogidas por los cronistas de la época que en la mayoría de los casos
escriben en letra cortesana, aquella que su bisabuela Isabel I de Castilla
tanto alababa. Como curiosidad señalar que el propio monarca escribía de su
puño y letra numerosas cartas a sus hijas pero acababan siendo destruidas al no
perseguir la condición de legado. Felipe
II fue educado en los renglones del humanismo y por tanto es un hombre que
tiene al individualismo frente a la idea de colectivismo medieval. Es un hombre
del Renacimiento, anclado en el estudio de los grandes clásicos. Todo esto
deriva en la idea que se tiene sobre él. Se ha dicho que el monarca Habsburgo
fue una persona insensible, tan grave de gesto como de palabra, todo ello
fomentado por la Leyenda Negra que incluso transmitió la idea de un rey
taciturno. En realidad estamos ante un hombre muy culto, con una formación
espléndida y amante de las artes, buena prueba de ello es la creación de El
Monasterio de El Escorial.
Es verdad que Felipe pasaba más de
ocho horas diarias en despachar los papeles de su escritorio, sin embargo la
seriedad del trabajo la acompañaba con
una sed de curiosidad constante. Era aficionado a la pintura, a las ciencias, a
la tapicería, la música o la arquitectura llegando a supervisar parte de la obra
del monasterio que construyó una vez derrotó a los franceses en San Quintín.
Entre sus aficiones más importantes va a estar los jardines, contrató a los
mejores jardineros de Flandes, con ello creó lugares para el recreo y la
exaltación de las emociones. Incluso Felipe II tenía una intensa actividad
coleccionista en torno a relojes, medallas o armas. Pero sobre todo fue un
ferviente coleccionista de arte
convirtiéndose en mecenas.
En efecto, el arte y
especialmente la pintura fue una pasión
para Felipe II y nunca paró de acumular obras pictóricas destacando los
trabajos de Tiziano. La religiosidad del monarca fue fundamental para fomentar
la compra de estas espléndidas obras que acumuló en sus posesiones. En las
piezas adquiridas se reflejan el lenguaje de la fe y el éxtasis místico,
llevado a sus máximas cotas, todo ello fue gracias a El Greco pintor que
residía en Toledo.
Por último hay que reclamar el
papel de difusor de la cultura también para Felipe pues resulta de gran
importancia la creación de la biblioteca dentro del Monasterio escurialense. La
construcción de este espacio responde, una vez más, a la idea del
coleccionismo, en especial al atesoramiento de libros pero también a los
ideales fundamentales del humanismo que antes hemos comentado. En los escritos
de contemporáneos como Ambrosio de Morales o Juan Bautista se plasma la idea de
que el edificio no solo quedase como depósito, sino que debía acoger aquello
que fuera necesario para proceder en cualquier estudio o investigación, de tal
manera que en ella también estarían presentes todo tipo de instrumentos
matemáticos, retratos de personajes, dibujos o grabados e incluso
reproducciones de flora y fauna.
Estamos ante un claro ejemplo de
que la Historia no se puede explicar únicamente desde el punto de vista
militar, es necesario apelar a la cultura que nos muestra aquellos elementos
más comunes de la vida de los personajes que han marcado nuestro destino. Es
cierto que parece que estamos en una época mucho más alejada, pero no es menos
cierto que realmente conservamos multitud de formas o costumbres que ya
existían hace casi quinientos años. ¿Hemos cambiado? Sí, pero no tanto como
pudiéramos creer.
Luminarias, oro y música en honor a Felipe II.
Representación de la abdicación de Carlos V en favor de Felipe II. |
Nos vamos a Bruselas en 1556. Punto central de las
posesiones en Flandes de la Monarquía Hispánica, constituyó el lugar de
abdicación de su hijo más predilecto, Carlos V. El Emperador del Sacro Imperio
Románico Germánico y Rey de España había dejado todo bien atado, su hijo Felipe
se alzó en el trono como rey de España, Borgoña y las Indias. El proceso había
resultado enormemente complejo y mediante un conjunto de cartas se trató de
llevar la información a todos los lugares del Imperio Español, sobre estos
documentos destaca el enviado por Carlos I el 16 de enero de 1556 con destino a
las instituciones de gobierno en las Indias.
En estos documentos se especificaba la nueva situación
política en la que se encontraba el Imperio, además de qué manera se debía
actuar ante el nuevo rey, nuestro archiconocido escurialense, Felipe II. Una de
estas cédulas llegó hasta Perú, concretamente a la ciudad de Cuzco,
desencadenando un conjunto de hechos que pasamos a relatar.
Para una ciudad como Cuzco, separada por miles de kilómetros
de la Península, la llegada al trono de un nuevo monarca no podía suponer una
transformación muy directa en el día a día de sus habitantes pero lo cierto es
que la proclamación del nuevo rey constituyó uno de los mayores acontecimientos
que la ciudad experimentó en el Siglo XVI.
El ascenso al trono de un nuevo monarca suponía en la Edad
Moderna un profundo cambio que estaba aderezado con un conjunto de ceremonias
que en Castilla se remontaban, al menos, desde la Baja Edad Media. En estos
actos participaban todos los súbditos, sin tener en cuenta su categoría y en
ellos se ponía en juego todos los recursos que disponían las ciudades y las
villas, a fin de garantizar que el lujo y la solemnidad reflejasen la grandeza
del municipio.
Si en Castilla las proclamaciones se hacían en un ambiente
festivo y lujoso, no era menos en las posesiones americanas. Debido a la gran
distancia entre el Nuevo Mundo y la Península se empleaban todos los recursos disponibles
con el objetivo de fortalecer los lazos entre ambos territorios.
Las noticias de la abdicación de su emperador no llegaron a Perú
hasta el 23 de agosto de 1556 convirtiéndose en un tema recurrente dentro de
las reuniones del cabildo. La organización de una suntuosa ceremonia se
convirtió en un objetivo prioritario para las instituciones de gobierno local,
quienes dedicaron largas horas a definir todos los detalles de la fiesta, desde
los estandartes hasta los juegos y diversiones con los que se cerraría la
celebración.
En un principio la proclamación quedó fijada para el 1 de
noviembre aunque la enorme magnitud de los preparativos forzó su aplazamiento
hasta el 8 diciembre, día que se celebró el ascenso al trono de Felipe II en la
ciudad de Cuzco.
Imagen actual de la Plaza Mayor de Cuzco. |
La proclamación de Felipe II en Cuzco comenzó en la Plaza
Mayor, que era el centro neurálgico de la ciudad, en ella se había levantado
una especie de escenario de madera donde se habían dispuesto las autoridades para
proceder en sus actuaciones. Sobre este tablado se encontraban situados los
retratos de Carlos V y del propio Felipe II. Sobre esta tarima se encontraban
las dos autoridades principales de la ciudad: el corregidor Juan Bautista
Muñoz, y el obispo, don Juan Solano. En la fiesta no faltaron las mejores galas
acomodadas entre los cuerpos más conocidos de la ciudad. Los adornos y las joyas
eran determinantes para dejar clara su asistencia.
La ceremonia se inició con el alzamiento de los dos pendones, el estandarte regio y el
estandarte de la ciudad acompañado con la imagen del Apóstol Santiago. Mediante
este acto de alzar los pendones se realizaba la aclamación del nuevo monarca.
El siguiente paso en la ceremonia se focalizó en torno a otro elemento que poseía el poder simbólico de representar
al soberano en la distancia: el
documento escrito. La lectura de la real cédula mediante la que Carlos I
notificaba su abdicación y,
posteriormente, la de la cédula de Felipe II, en la que informaba de su ascenso
al trono se constituye como uno de los elementos principales de toda la
ceremonia. El documento tenía un poder simbólico de especial relevancia pues
hacia de poder regio en sustitución de la figura humana del propio rey.
Una vez leídos los documentos, la máxima autoridad de la ciudad, el corregidor, reconoció
al nuevo monarca de forma pública, gritándolo su nombre para que todos lo
escuchasen, y también de manera oficial pidiendo al escribano que certificase
este reconocimiento mediante un documento oficial.
A continuación se llevó a cabo el rito de derramar monedas
de oro y plata entre el público, este acto fue protagonizado por el corregidor
y el corregidor de la ciudad. Mediante este acto se conseguía que los
asistentes guardasen en su memoria la ceremonia y, además, el hecho de entregar
oro sería percibido como una muestra de magnificencia y generosidad del nuevo
monarca.
Moneda de 8 reales acuñada en tiempos de Felipe II. En la inscripción aparece la frase Indiarum Rex, recordando el dominio español sobre América. |
Tras abandonar la plaza pública, el corregidor, portando el
estandarte regio, junto a la multitud recorrían la ciudad a gritos de: “Castilla,
Castilla, Perú, Perú, Cuzco, Cuzco, por el rey Don Felipe”. Al repetir estos
gritos se confirmaba la presencia regia en todos los rincones de la villa. Los tambores
y las trompetas acompañaron a los estandartes en su recorrido por la ciudad, y
las canciones, especialmente creadas para este momento, cerraron el acto. Una
vez finalizada la ceremonia civil comenzó la celebración religiosa que se
celebró en la catedral de Cuzco y para terminar la ceremonia se celebraron una
serie de actos lúdicos y juegos celebrados en honor a Felipe II en los que
participaron todos los habitantes. Los festejos estuvieron compuestos por
luminarias, corridas de toros y juegos de caña.
La ceremonia de proclamación de Felipe II pone en relieve las intensas relaciones del Imperio Español, en aquel donde no se ponía el Sol y en sobre el que se ha vertido una Leyenda Negra ,tan fuerte, que solo es posible de desenmascarar acercándonos a la Historia.
domingo, 5 de febrero de 2017
Impuestos en la Castilla del Siglo XVI
Los historiadores siempre se han centrado en analizar la partida de gastos e ingresos en lo relativo a los diferentes reinos o estados de la Edad Moderna, pero de un tiempo a esta parte hay una historiografía muy potente que se ocupa de los mecanismos de la fiscalidad. Esta labor ha llevado a la comprensión de datos muy importantes tales como la existencias de minorías étnicas o el análisis completo de procesos económicos.
En este artículo nos vamos a centrar en analizar la situación de Castilla, pues la hacienda se mostraba mucho más desarrollada que en otros reinos como Aragón, que presentaba unos mecanismos muy complejos y se mostraba incapaz de establecer un sistema eficaz.
Podemos decir que existían dos tipos de ingresos para la corona, por una parte de carácter ordinario y por otra parte extraordinario. Es decir, el Rey tenía unos enormes gastos tanto en la administración de los territorios como en los procesos de guerra que eran sufragados no solo con impuestos.
La diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario responde a una cuestión jurídica. Los impuestos (ordinario) podrían ser exigidos por el Rey, aún así el monarca no estaba legitimado para conseguir más allá de lo que necesitaba pues debía responder ante Dios y la Iglesia consideraba un pecado el exceso y la avaricia. Además, en este mandato divino había una conexión con Dios en tanto que debía ejercer con justicia su gobierno. Por ello, los impuestos pueden ser exigidos, pero siempre justificando la necesidad. En cuanto a los ingresos extraordinarios nos ocuparemos detalladamente al final de este texto.
Para hablar de impuestos en la Castilla del Siglo XVI es necesario hacer mención primeramente a las alcabalas, que venía a ser algo similar al IVA actual y que gravaba las compra-ventas con un porcentaje teórico del 10% (5% lo pagaba el comprador y el otro 5% el vendedor) aunque en la práctica solía ser menos. La peculiaridad que presenta este tipo de impuesto es que no se cobraba de forma directa sino que existían las figuras de los arrendatarios. La Corona arrendaba el cobro de las alcabalas a redes familiares que pagaban por cobrar estos impuestos. En este sentido se inserta el proceso de encabezamiento que se daba cuando una ciudad compraba el derecho a cobrar sus impuestos. Las ciudades más grandes solían tender al encabezamiento.
Otro ingreso que tenía la corona de carácter ordinario eran las rentas estancadas que se daban en productos monopolizados por el reino. El monarca se aseguraba la venta en solitario de ciertos productos que solían ser los más rentables y los más vendibles. Un ejempl
o de estas rentas estancadas era la sal, que era muy codiciada o también el tabaco. Otra de estas rentas eran los papeles sellados por el Rey que daban un carácter jurídico a los documentos. También se estancaba el azufre y todo lo que tuviera que ver con la creación de la pólvora, así como los naipes, ya que el juego era un gran vicio del momento o el aguardiente, que se bebía en grandes cantidades.
Otro ingreso que vamos a encontrar va a ser la anata, por la que los grandes cargos eclesiásticos debían pagar a la corona lo que obtenía en rentar durante todo un año. También se presenta la media anata que eran los impuestos que pagan los cargos eclesiásticos de menor categoría.
Existían también los préstamos patriotas, por los que los grandes nobles entregan una suma de dinero a la corona a cambio de favores políticos y las tercias, con la que se había pagar a la Iglesia una tercera parte de lo recaudado con el diezmo.
Por último y no menos importante, dentro de estos ingresos encontramos el almojarifazgo que era el impuesto que gravaba las transacciones comerciales con América, tanto las importaciones como las exportaciones.
Hay que hacer referencia a los ingresos extraordinarios que obtenían los reyes de Castilla y que van a estar relacionados con los principales órganos relacionados con el poder, tanto la Iglesia como las Cortes. En ocasiones de emergencia el Rey acudía a estas dos instituciones para obtener dinero de forma rápida, se reunían en forma de parlamento y en él la figura del Rey exponía sus necesidades tratando de convencer a los presentes. Una vez convencidas las Cortes, la Iglesia o redes familiares, el Rey obtenía lo que se ha llamado servicio, que eran grandes sumas de dinero, en ocasiones hasta una tercera parte de lo obtenido en alcabalas.
En Castilla también existía el asiento, que eran contratos a medio plazo con la banca que permitían obtener dinero de forma muy rápida al monarca (la esclavitud no se dio en Castilla porque se asentó con las grandes potencias, en especial Portugal) y también hay que aludir a la existencia de los juros, que eran ventas de
e deuda pública por parte de la Hacienda en los momentos de
mayor escasez.
En este artículo nos vamos a centrar en analizar la situación de Castilla, pues la hacienda se mostraba mucho más desarrollada que en otros reinos como Aragón, que presentaba unos mecanismos muy complejos y se mostraba incapaz de establecer un sistema eficaz.
Podemos decir que existían dos tipos de ingresos para la corona, por una parte de carácter ordinario y por otra parte extraordinario. Es decir, el Rey tenía unos enormes gastos tanto en la administración de los territorios como en los procesos de guerra que eran sufragados no solo con impuestos.
La diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario responde a una cuestión jurídica. Los impuestos (ordinario) podrían ser exigidos por el Rey, aún así el monarca no estaba legitimado para conseguir más allá de lo que necesitaba pues debía responder ante Dios y la Iglesia consideraba un pecado el exceso y la avaricia. Además, en este mandato divino había una conexión con Dios en tanto que debía ejercer con justicia su gobierno. Por ello, los impuestos pueden ser exigidos, pero siempre justificando la necesidad. En cuanto a los ingresos extraordinarios nos ocuparemos detalladamente al final de este texto.
Alcabala datada en 2580. |
Otro ingreso que tenía la corona de carácter ordinario eran las rentas estancadas que se daban en productos monopolizados por el reino. El monarca se aseguraba la venta en solitario de ciertos productos que solían ser los más rentables y los más vendibles. Un ejempl
Renta estancada del tabaco. |
Otro ingreso que vamos a encontrar va a ser la anata, por la que los grandes cargos eclesiásticos debían pagar a la corona lo que obtenía en rentar durante todo un año. También se presenta la media anata que eran los impuestos que pagan los cargos eclesiásticos de menor categoría.
Existían también los préstamos patriotas, por los que los grandes nobles entregan una suma de dinero a la corona a cambio de favores políticos y las tercias, con la que se había pagar a la Iglesia una tercera parte de lo recaudado con el diezmo.
Registro de almojarifazgo |
Hay que hacer referencia a los ingresos extraordinarios que obtenían los reyes de Castilla y que van a estar relacionados con los principales órganos relacionados con el poder, tanto la Iglesia como las Cortes. En ocasiones de emergencia el Rey acudía a estas dos instituciones para obtener dinero de forma rápida, se reunían en forma de parlamento y en él la figura del Rey exponía sus necesidades tratando de convencer a los presentes. Una vez convencidas las Cortes, la Iglesia o redes familiares, el Rey obtenía lo que se ha llamado servicio, que eran grandes sumas de dinero, en ocasiones hasta una tercera parte de lo obtenido en alcabalas.
Juro concedido por Carlos V. |
e deuda pública por parte de la Hacienda en los momentos de
mayor escasez.
jueves, 26 de enero de 2017
Gembloux, la batalla olvidada.
Enero de 1578. Las mejillas sonrojadas de Don Juan de
Austria no dejan lugar a dudas, el frío
en Flandes era un hecho. Nos situamos en la Guerra de los Ochenta años, en la
que los Tercios españoles se batían en duelo para sofocar la revolución
protestante liderada por Guillermo de Orange.
En esa fecha y lugar se enmarca la batalla de Gemblox, un hecho
histórico que la Leyenda Negra ha sofocado tanto que ni en mis libros de texto
aparecía.
Felipe II, nuestro archiconocido escurialense, había tomado
una decisión. Requesens dejaba el testigo a Don Juan de Austria como gobernador
de Flandes. Los problemas de los españoles en aquella tierra tan alejada iban
en aumento, la guerra parecía estar decidida del bando protestante y el
nombramiento de Don Juan de Austria, hermano del rey, quería dar un golpe de
efecto. Juan de Austria era hijo de Carlos, la sangre Imperial corría por sus
venas y acumulaba una carrera llena de éxitos entre los que estaban la
sofocación de las Revueltas Moriscas, fue héroe en Lepanto y se ocupó de la
Toma de Túnez. Era el hombre perfecto y necesario para que la Monarquía
Hispánica pudiera seguir controlando lo que en futuro serían las Provincias
Unidas.
Las posiciones españoles habían perdido fuerza pero la
situación empezó a cambiar con las primeras decisiones del nuevo gobernador de
Flandes. Llegaron 6.000 hombres de los tercios viejos a Luxemburgo con el
tercer duque de Parma y Plasencia, Alejandro Farnesio, sobrino de Don Juan de
Austria. Ambas figuras, de una importancia singular, se unían y cambiarían el
destino del cristianismo, al menos por un tiempo. Se aprestaron pues a
presentar batalla ante los protestantes, quienes temerosos tuvieron que pedir
ayuda a Francia, Inglaterra o Prusia. Ya era tarde, la maquinaria de los
tercios se había puesto en marcha.
Los ejércitos se enfrentaron a principios de 1578, en Namur.
Si el de los rebeldes contaba con muchos más hombres – 25.000 frente a 17.000-,
el de Don Juan estaba formado por soldados seleccionados y curtidos en
múltiples batallas, en sus filas estaban los generales más temidos de toda
Europa (Mondragón, Toledo, Farnesio, Mansfeld…). El resultado era inevitable.
Don Juan de Austria. |
La intención de los rebeldes era presentar batalla a los
hombres de Don Juan en el mismo Namur pero, al tener conocimiento de que el
ejército real venía ya de hecho a su encuentro, decidieron retirarse a Gembloux
a meditar la situación. Antes del amanecer se pusieron en marcha amos ejércitos
en busca de las batallas. Tal confianza tenía don Juan en la victoria de sus
hombres que la noche anterior mandó añadir al estandarte real que él mismo
había llevado en Lepanto, bajo la cruz de Cristo, la siguiente frase “Con esta
señal vencí a los turcos, con esta venceré a los herejes”.
Mandó, don Juan, a uno de sus generales a entretener al
enemigo hasta que llegara el grueso del ejército, era Octavio Gonzaga. Esto
provocó, de forma un tanto involuntaria, que las tropas rebeldes se fueran
encajonando en lo bajo y angosto de un paso en pendiente. La vió Alejandro
Farnesio y aunque el ataque podría suponer la derrota española, acudió a la
afrenta invocando a Dios y a la fortuna de la Casa de los Austria. Sus cargas
pusieron en fuga a la caballería enemiga, lo hicieron de manera tan desordenada
que la caballería que iba con Alejandro los hizo pedazos.
Se les arrebataron 34 banderas, la artillería y todo el
bagaje. Mientras una parte de los que quedaron vivos no dejaron de huir hasta
que llegaron a Bruselas, otra, para su perdición, pretendió fortificarse en
Gembloux. No duraron mucho y se les perdonó la vida a cambio de u juramento de
fidelidad al rey. En ésta, su plaza fuerte, habían acumulado tal cantidad de
víveres y munición que sirvieron al ejército de don Juan durante varios meses.
Al extenderse en Bruselas el rumor de la derrota de sus tropas
en Gembloux, el de Orange y el resto de los nobles decidieron retirarse
precipitadamente a Amberes, donde se
sentían más a cubierto.
Alejandro Farnesio. |
La victoria de los Tercios españoles había sido rotunda. Las
bajas en la Monarquía Hispánica apenas llegaban a la veintena, mientras que las
bajas en el bando protestante llegaban hasta las diez mil.
El desconocimiento sobre Gembloux es generalizado, la
Leyenda Negra se ocupó de rematar cualquier atisbo del dominio español sobre
los Países Bajos, hasta tal punto que este pasaje de la Historia parece un
relato ficticio, como si los españoles jamás hubiéramos estado en aquella
tierra. Quizás llegue ese momento en el que la Historia de España no esté
sometida a cargas ideológicas ni juicios anacrónicos. Quizás y solo quizás, podremos decir con orgullo que
somos descendientes de aquellos que dejaron su vida por lo que creyeron justo.
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