jueves, 8 de septiembre de 2016

Vida, costumbres y valores de los Tercios Españoles. #VuelveImperioEspañol





En este artículo vamos a tratar los asuntos más cercanos de la vida de los soldados de los Tercios de Flandes, aquellos que pusieron en jaque a toda Europa durante más de un siglo y medio y para introducir sus formas de vida y conciencia que mejor manera de hacerlo que con la frase de don Sancho de Londoño: “Son españoles que aman más la honra que la vida, y temen menos la muerte que la infamia. Tienen de suyo voluntad a las armas, destreza y habilidad en ellas. Están en los peligros tan en sí, como fuera de ellos, de manera, que en sabiendo obedecer, guardar orden y lugar sabrán cuanto es necesario para ser invencibles en tierra y mar” Las ordenanzas que escribió en su tratado don Sancho de Londoño, maestre de campo del duque de Alba, nos servirán de fiel guía de las normas que regían la vida y la lucha de los soldados de los tercios españoles.

El primer punto a aclarar es el hecho de que el soldado del tercio era un soldado profesional. Cobraba un salario por sus servicios. Este sueldo no varió en cantidad nominal desde finales del siglo XV a finales del XVI pero, sin embargo, existió una bajada real en cuanto a poder adquisitivo. De manera más excepcional aparecían voluntarios que eran en su mayoría de sangre noble y costeaban sus propios gastos de guerra. La paga del soldado corriente era a todas luces escasa, recibida siempre con retraso y, en muchos casos insuficiente para la simple subsistencia.


Con su sueldo debía el soldado procurarse el alimento. Según las antiguas ordenanzas del Gran Capitán el soldado debía estar capacitado para hacer su propio pan a partir del grano o de la harina. En cuanto a las distribución de su salario hay que señalar que los soldados en raras ocasiones tuvieron que pagarse el alojamiento. Por lo general, se les aseguraba un lecho. En caso de alojarse en una población, los soldados  eran distribuidos en casas particulares lo cual dejaba en gran parte al azar la calidad de la estancia.

En cuanto a la vestimenta, el orgulloso soldado del tercio gustaba de engalanarse cuando su situación económica se lo permitía. Por lo mismo, la uniformidad de la ropa que alistarse se les proporcionaba quedaba rápidamente sustituida generando un ejército multicolor donde algunos soldados rivalizaban en la calidad de su vestimenta con sus capitanes. De igual manera se procuraba el soldado el armamento lo más a su gusto posible, siempre conforme a su capacidad económica y a la lógica del puesto que desempeñaba.


(Lámina sobre los entrenamientos de los soldados de los Tercios. La disciplina era un elemento primordial)

Si bajo era el salario, más preocupante eran los frecuentes retrasos en las pagas que a menudo superaban los 36 meses. Al recibir, finalmente sus pagas, los soldados veían como les eran descontados los innumerables adelantos recibidos para poder subsistir, así como los gastos hospitalarios, en armas, ropa, deudas de juego, etc… El resultado era obvio, la principal fuente de sustento la constituía el botín de guerra que se hallaba reglamentado en Europa desde época tan antigua que las normas que lo regulaban habían pasado ya a la sabiduría popular en forma de versos:

“…La riqueza de dentro de la muralla,
ganada por asalto y batería,
puede cualquier soldado saquealla,
dando  pero al supremo que es la guía…”

El ansiado botín estaba prohibido a las tropas cuando una ciudad pactaba su rendición de forma previa a que los sitiadores hubieran dispuesto las baterías.

La gran mayoría de los españoles que acudieron a los tercios nunca regresaron, los pocos que lo hicieron volvían pobres en su mayoría y así queda reflejado en las crónicas de la época.  Elemento muy bien reflejado por Arturo Pérez  Reverte en su serie de novelas protagonizadas por Diego Alatriste.

Entonces, ¿cuáles eran las razones que impulsaban a los españoles de aquella época a alistarse a los tercios?
La honra:

Varios eran los ideales que subyacían en el espíritu del heterogéneo soldado español de la época que le hacían capaz de pelear con singular fiereza. Se pueden resumir en tres: Dios y la Iglesia Romana, el Rey y la Nación y, por último la espada y el honor.

El honor o su expresión personalizada, la honra, son extremadamente difíciles de definir y, en general, es más fácil identificar su falta que describir su presencia. A pesar de ello la búsqueda del incremento en la honra ha sido durante siglos  el aliciente más importante que impulsaba a los soldados a alistarse a los tercios.

De esta forma, los soldados luchaban como uno solo por la honra del rey de la nación pero rivalizaban ent sí por perseguir mayor honra para su tercio en particular, para su compañía o para si mismos, con el objetivo de escalar socialmente en una España que mantenía como virtudes los méritos militares y una intachable honra. Todo ello se traducía en el campo de batalla en un mayor empuje para conseguir la victoria.

Es necesario especificar que parte de la honra del ejército descansaba en un trato correcto con los civiles de las  tierras dominadas. Pese a que los grabadores flamencos se han desvivido en mostrar escenas en las que soldados españoles mataban niños, viejos o violaban mujeres; estos hechos eran perseguidos con especial severidad por los mandos del ejército así como por los mismos soldados que los presenciaban pues su honra quedaba también maltecha. Se cuidaba tanto de que no hubiera violaciones a mujeres que para evitar las tentaciones regulaba el número de prostitutas que debían acompañar a los tercios.


La disciplina:

(instrumentos utilizados por los Tercios en Flandes)


La disciplina de los soldados españoles de la época, junto con su desmedido arrojo, fue sin duda el factor más influyente en la fama que cobraron nuestros ejércitos de invencibles. Hay que llamar la atención, por lo singular, y como ejemplo de lo férrea de esa disciplina el severo  control que sobre la ruptura del silencio se hacía en las tropas españoles, tanto en marcha como en ataque:

“… Otrosí, que ningún soldado grite ni hable en el orden y escuadrón más de lo inexcusable, y que en tales lugares es lícito, so pena de ser sacado de la hilera vergonzosamente, y si fuere incorregible, privado del sueldo, y desterrado como infame, por violados de la modestia…”

El resultado de esta curiosa y severa normativa era un ejército que atacaba, vencía y comenzaba degollina en un profundo silencio. El efecto sobre el enemigo debía ser aterrador.
   



miércoles, 7 de septiembre de 2016

#VuelveImperioEspañol. Blas de Lezo: Un hombre de leyenda inmortal



Blas de Lezo inicia una serie de artículos en este blog con los que se pretende dar a conocer a los personajes, historias y momentos más importantes del Imperio  Español. Sin divisiones cronológicas analizaremos de forma particular cada elemento.  El objetivo es dar una mayor visión a la campaña #VulveImperioEspañol.

Blas de Lezo es un nombre particular en la historia de España, algunos los recordaran de lejanía en aquellos libros de historia, con olor a nuevo  del Instituto, y otros muchos formarán parte de su conocimiento e incluso habrán ayudado a la difusión de sus ideas y hechos que llevaron a poner una estatua en su honor en Madrid, hace tan solo dos años.

El nombre del almirante vasco, Blas de Lezo  es uno de esos hombres que fueron olvidados del S XV, junto a D. Juan de Austria, Hernando Soto y Alvaréz de Toledo, que cambiaron España y el mundo.  Blas de Lezo era descendiente de una familia hidalga, que se incorpora a la guardia marina con 14 o 15 años y que pronto demuestra su valía de liderazgo al igual que su inteligencia. Durante la Guerra de Sucesión española es mutilado, de ahí le vino mote de “medio hombre” ya que había perdido un ojo, una pierna y quedó con el brazo inmovilizado.

Una vez finalizada la Guerra de Sucesión, Lezo se destacó  por su servicio a España. Una de  sus misiones más destacadas fue la que realizó en 1720 a bordo del galeón “Lanfranco”. Se le integró en una escuadra hispano – francesa al mando de Bartolomé de Urdazi con el cometido de acabar  con los corsarios y piratas de los llamados  Mares del Sur, en Perú. Las primeras operaciones fueron contra el corsario inglés John Clipperton, que huyó a Asia donde fue arrestado y ejecutado. Por estas hazañas Lezo fue ascendido a  teniente general en 1734. Sin embargo la misión más importante de su vida llegaría cuando fue enviado a Cartagena de Indias (Colombia) como comandante general.

Cartagena de Indias era el centro de comercio americano y donde confluían  las riquezas de las colonias españolas, por lo que Blas de Lezo tenía la misión de defender la plaza frente a todos los interesados en la zona, en especial los ingleses que se mostraban ansiosos  de conqusitar el territorio.  Los británicos, en búsqueda del enfrentamiento con España aprovecharon una afrenta  contra su Imperio.
El pretexto fue el asalto a un buque británico (¿No les recuerda algo a la Guerra de Cuba?). En este contexto, en 1738, compareció  Robert Jenkins ante la cámara de los Comunes, un contrabandista británico cuyo barco, el Rebecca, había sido apresado en abril de 1731 por un guarda costas español, que le confiscó su carga. Los sucesos adquirieron tintes de deshonra nacional. La excusa perfecta había llegado y se declaró la guerra a España.



Los preparativos dieron comienzo y los ingleses crearon la mayor flota de barcos de la historia, hasta ese momento y solo superada en la actualidad por el desembarco de Normandia. Al frente estaba el almirante  Edward Vernon. Por el contrario Blas de Lezo no disponía de un gran número de soldados ni barcos para defender la ciudad. La proporción era 1 español por cada diez ingleses. El punto a favor del almirante Lezo era la orografía del terreno y es que a Cartagena de Indias solo se podía entrar mediante dos estrechos accesos, conocidos como “bocachica” y “bocagrande”.

Lezo se preparó para la defensa, situó varios de sus buques en las  dos entradas de la bahía y dio órdenes de que, en el caso de que se vieran superados, fueran hundidos para que no fueran apresados y para que sus  restos impidieran la entrada inglesa.
El 13 de marzo de 1741 apareció la mayor flota de guerra jamás vista hasta el desembarco de Normandia. Para el día 15 toda la armada enemiga se había desplegado en plan de cerco. La batalla comenzó en el mar. Tras comprobar que no podían acceder a la bahía, los ingleses comenzaron un bombardeo incesante contra los fuertes del puerto.

Tras acabar con varias baterías de cañones, Vernon se dispuso a desembarcar alguno de sus hombres, que lograron tomar posición en tierra. El comandante ingles se dispuso a cañonear  la fortaleza de San Luis, situada en Bocachica y cuya acción duró más de dieciséis  días lo que provocó que los españoles tuvieron que abandonar en los días sucesivos los fuertes de San José y Santa Cruz. Ante la dificultad de la situación, Blas de Lezo tomó una complicada decisión, decidió incendiar sus propios buques para obstruir el canal navegable de Bocachica y, a su vez, se decidió hundir los navíos de Bocagrande. Aunque este último caso no tuvo éxito ya que los ingleses aprovecharon el casco de una de las naves para desembarcar.

Los ingleses habían conseguido  acabar con varias fortalezas y asentarse en las bahías  de Cartagena de Indias tras pasar los obstáculos puestos por los españoles. Sin duda, Inglaterra veía cerca la victoria, hasta tal punto llegó la idea que Vernon entró triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas desplegadas en señal de la victoria en la batalla. Además envió un emisario a Inglaterra para anunciar la buena nueva- La noticia fue recibida con grandes festines e incluso se acuño una moneda en conmemoración de tal hecho. En las monedas se podía leer “ El orgullo español humillado por Vernon”.


Los ingleses dispuestos a dar el toque final a los españoles decidieron atacar el castillo de San Vicente donde resistían seiscientos hombres españoles, el primer asalto a la fortaleza ya restó 1.500 vidas a los ingleses. Vernon   comenzó a mostrarse nervioso y mandó una nueva embestida a la plaza española. En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron para atacar el castillo de San Felipe, lo harían mediante escaleras para llegar a la cima del castillo. Pero Blas de Lezo se mostró mucho más inteligente, mandó cavar un foso y con ello evitó que las escaleras alcanzasen la parte alta de las murallas del castillo. Este fue el motivo por el que los ingleses engrosaron su lista de bajas y cambió el curso de la batalla.

Al día siguiente y gracias al golpe psicológico del día anterior, los seiscientos soldados españoles se decidieron a salir del castillo y embestir contra los ingleses. Al frente estaba el propio Blas de Lezo, que sujetaba el arma con un solo brazo. La lucha se determinó a favor de los españoles que obligaron a la retirada a los ingleses. Vernon trató, en los meses siguientes, bombardear con sus barcos la plaza, algo que no tuvo éxito y al final acabó ordenando la retirada de las tropas. Los ingleses sufrieron más de  5.000 bajas.

España había conseguido defender la plaza ante la mayor armada de la época, hecho que se consagró gracias al buen sentido geográfico de Blas de Lezo y su experiencia militar.

Ahora dos recomendaciones, por un lado un poquito de humor con un vídeo explicativo a toda leche y por otro el podcast de Memorias de un Tambor, pieza fundamental en la explicación de su figura:






Campaña #VuelveImperioEspañol

Llegados a este punto creo que no es necesario convencer absolutamente a nadie de porque defender la Historia de España. Estamos en un tiempo en el que recorrer e informar sobre la historia de nuestro país resulta ser un delito ideológico para algunos, que incluso alimentan cada día la leyenda negra creada por Guillermo de Orange en tiempos de Felipe II. Por ello ha surgido la idea de la campaña #VuelveImperioEspañol.

La campaña #VuelveImperioEspañol tiene como principal objetivo la defensa de la Historia de España con toda su integridad y con la intención de recopilar artículos, datos e imágenes que puedan informar sobre todo nuestro pasado. Por supuesto, está centrada en el Imperio Español, aquello que comenzó en 1492 con el Descubrimiento de América y acabó ya a finales del S XIX con la pérdida catastrófica de Cuba y Filipinas.

Desde aquí se hace un llamamiento a todos los historiadores, fans de la historia y todos los ciudadanos que así lo consideren oportuno a unirse a la campaña para lograr que #VuelveImperioEspañol  se convierta en Tendencia en Twitter el próximo 12 de octubre  y que se genere todo un sistema de información, debate y opinión sobre lo que un día fuimos.

Creemos en todos esos hombres que lucharon por defender lo que ellos creían justo, creemos que es justo honrar su memoria para que jamás caigan en el olvido y sobre todo defendemos la Historia como ciencia que nos permite conocer nuestro pasado.
Por Blas de Lezo, el Duque de Alba, el pueblo español de la Guerra  de Independencia, la victoria en Lepanto, Cervantes y su Quijote, Flandes, Velázquez y la Rendición de Breda y por todos esos hombres y mujeres anónimos  que dijeron sí ser libres, sí a ser españoles.

Desde este blog se comenzará una serie de artículos que van a tratar sobre los asuntos más importantes relacionados con el Imperio, información, entrevistas y curiosidades.

Comparte el cartel en las redes sociales, difunde este mensaje y crea tus propios textos para hacer más fuerte nuestro objetivo. 


lunes, 5 de septiembre de 2016

¿Qué es España? ¿Quiénes son los españoles?




La historia debe estudiar los problemas y no ser la defensa de una causa. Con esta premisa inicio un artículo que de primeras resulta complicado de procesar y justificar. Los historiadores encontramos en los nacionalismos un punto de inflexión en el estudio del pasado, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que es la única asignatura que enlaza un mundo anterior con la actualidad y que resulta ser manipulada por unos u otros. Reconozco que el estudio de la conciencia de las gentes del pasado ha sido uno de mis asuntos preferidos,  aunque cabe señalar lo complicado del asunto, porque acercarse a una realidad, a veces, no escrita lleva a unos y a otros a modificarla por lo que obtener un resultado objetivo es realmente difícil.



Así pues con este escrito, del que voy a tratar que sea los más breve e intenso posible, nos acercaremos a lo que es España y los españoles.  Un asunto que está presente de forma secundaria en aquello que se ha venido llamar el debate de los regionalismos catalán y vasco, pero que es necesario de destacar para comprender y sobre todo sobrepasar a quienes mienten sobre la Historia, nuestra historia.

Es cierto, estoy de acuerdo en el análisis historiográfico, de principios de los noventa,  en aquello  de que la identidad nacional ha sido un elemento que ha variado en las conciencias de las gentes, sin embargo resulta implacable la realidad nacional que se ha mantenido con el tiempo y es eso lo que vamos a analizar.

Nos remontamos a la conquista romana de la Península Ibérica. Lo que hoy conocemos  como España estaba formada por diversas tribus y sus habitantes no entendían una realidad política, cultural  y social más allá de sus propios límites geográficos. Los romanos, sin embargo, entendían como una realidad común a los habitantes de la Península Ibérica, ellos les llamaban hispanii, lo que se tradujo, tras la conquista del mundo romano, en una organización política común y que derivaría en Hispania y sus provincias romanas.

Es cierto, con la dominación romana no hubo un sentimiento de nación ni nada que se le pareciera, pero sí que los habitantes eran distinguidos como tal  y eran habitantes de una de las divisiones que acometió Diocleciano del Imperio Romano. Y llegaron a la Península se fuerza los visigodos, pueblo  del norte de Europa y cuyos reyes nos hicieron recitar en la escuela a muchos de los españoles. Resulta clarividente que los reyes visigodos tenían una conciencia de unidad del territorio desde la época en que Leovigildo creó la rex Hispania con la que se pretendía la unificación étnica entre romanos y visigodos  y con Recaredo se produce la conversión al cristianismo, aspecto fundamental de los siglos siguientes.

Y llegamos al año 711 con la invasión musulmana de la Península Ibérica, a la que conocían como una identidad unitaria llamada Al – Andalus. Los musulmanes controlaban casi toda la Hispania Romana. Es en éste momento en el que entran en escena todos aquellos cristianos que habían conservado su religión en el Norte y que eran descendientes de aquella conversión cristiana de Recaredo.  Los cristianos se consideraban herederos del reino de los visigodos y comienzan el proceso de Reconquista (término que ya aparece en textos del Siglo IX), por la obtención del territorio perdido. Aquí, sin duda alguna, nace el sentimiento de España como entidad social y cultural que ha llegado hasta nuestros días. Los reinos cristianos que surgieron eran solidarios entre ellos, se consideraban hermanos y compartían la idea de reconstruir la idea política perdida. Por tanto los españoles  nacen con la conciencia de no ser moros, de rechazar al Islam y de considerarse solidarios de la Cristiandad Occidental.


Las coronas de Aragón, Castilla, Navarra y Portugal son las que perduraron en el tiempo y las que, a pesar de las diferencias, no dudaron en unirse en situaciones concretas, como por ejemplo en la batalla de las Navas de Tolosa que ya analizamos en este mismo blog.

Y llegamos a 1469, año del matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón lo que llevó a la formación del Estado Moderno y a la unión de los reinos, por tanto a dar la entidad política a todo ese cúmulo de ideas y sentimientos compartidos. España se hizo realidad con la culminación de la Reconquista en 1492, se acabó por cumplir el deseo de unidad territorial de la Península a la que se sumaba una administración compartida. Ese mismo año, 1492 supuso lo que sería el comienzo del Imperio Español con la llegada a América, lo que conllevó la dificultad de hacer un sentimiento común e igual a uno y otro lado del charco.

España era una realidad cultural, social, lingüística y política que con la llegada al trono de Carlos I se enfrentó a la idea de ser gobernada por alguien quien no conocía la tierra y al que le costó aceptar la necesidad de conectar con los españoles. Con el reinado de Carlos I llegó la incorporación de los reinos que heredó de su abuelo Maximiliano. España era una realidad cambiante que afectaba a un mayor territorio  y los españoles mantenían en vigor los valores de la honra, la cristiandad y el patriotismo que llevó a los soldados de los tercios españoles a engrandecer la historia de nuestro país. Llegaron las victorias en Lepanto, Empel o Pavia. España era un Imperio, una nación que dominaba el mundo. Y también llegaron las derrotas, la perdida de nuestras posesiones fuera de la Península.

Llegamos a 1808, España es invadida por la Francia Napoleónica que bajo la idea de la ilustración trató de imponer la guillotina a unos reyes, españoles, incapaces desde hacía mucho tiempo. Los españoles, exaltaron la idea de pertenencia y lucharon por el mantenimiento de sus formas de vida. El 2 de mayo constituye un ejemplo extraordinario del sentimiento español, fue la defensa de lo propio frente a lo extraño. La idea de más vale malo conocido que bueno por conocer potenciada a su máxima expresión. España dijo no a los franceses y se encaminó al liberalismo de las Constitución de Cádiz de 1812. Es cierto España se había quedado atrás, desde el punto de vista político, respecto al resto de potencias europeas, el fin quedó patente en 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas. La política española estaba rota . El fin del Imperio. España se sumió en la flagelación, en la derrota más dura, en un caos de ideas…




El país ya eran dos ideas. Llegaron. 1931. 1936 y 1975. Unos defendiendo la idea de España como unidad de destino en lo universal y tratando de recuperar la idea del Imperio y otros agarrándose en la idea de un sistema de gobierno capaz de generar cambios y que se alejara de toda tradición, lo suyo era romper..  Y aquí seguimos, en esa disputa absurda por ver quien tiene razón en su idea,  incapaces de generar un movimiento de respaldo a la España, a su forma de ser, a su identidad. 

Por tanto, España es esa idea de mantener viva su esencia en lo universal. El objetivo último y primario de lo que somos. El recordar lo que fuimos y mantener esos valores que nos hicieron ser lo que somos.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Los bandoleros en Madrid

El bandolerismo como fenómeno, no se puede reducir a una determinada época histórica, ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, muy al contrario y por norma general va ligado al comienzo de la humanidad.

En España el hecho del pillaje, del hurto y de la rebelión ya es más constatable en la época romana, donde Viriato era calificado como capitán de bandoleros, fue tal el calibre del apodo que tras su muerte fue apellidado como “bandido”. De él continuamos hasta los mofies, que eran almogáraves situados en el sur de la Península dedicados a atacar a los habitantes de las llanuras.
En ocasiones los bandoleros llegaron a desafiar ciudades enteras, como Diego Ordoñez que retó a Zamora y otros como Guinarte, Cadrell y el de Miñón que se atrevieron contra Barcelona, Lérida o Gerona en pleno S. XVI.

Es en esta época cuando se nos traslada a la concepción más clásica del bandolero, en ocasiones cruel y violento y  en otras luchador y activo por las causas más desfavorecidas, incurriendo en lo que los románticos trasladaron a través de las leyendas e historias reales fuera de España, haciendo del bandolero una figura idealizada de mártir de las causas injustas y la opresión social y política.
El rasgo característico del bandolerismo, aquel en el cual se sintetiza todo lo que impone temor y causa alarma, es la complicidad de las clases elevadas y de las personas que ocupan una jerarquía social muy alta, cuando la corrupción llega a este extremo, ningún resorte social es positivo, alzando a ciertos hombres, generalmente de estratos  sociales muy populares, contra las órdenes establecidas, violentando la variación en las diferencias económicas.

Este fenómeno se acentúa en los inicios del S XIX con la invasión francesa de la Península y ante una España que necesitaba cambios e innovaciones urgentes tanto en lo social como en lo político.
Se puede definir el espíritu de los bandoleros, del que con frecuencia hicieron gala de favorecer a los más necesitados, exponiendo una imagen de caritativos y generosos. Lo cierto es que se dedicaban a robar sin piedad a unos, a veces para ceder generosamente el botín a los más necesitados generándose así un sentimiento justiciero con el que se pretendía mejorar las zonas más pobres de la Castilla profunda, pero en la mayoría de las veces actuaban como vulgares ladrones. Lo cierto es que centrándonos en la figura de los bandoleros como justicieros resulta curioso cómo podían actuar de forma vil y a continuación enarbolar la nobleza para favorecer a los más necesitados. Mataban con saña pero defendían la vida de quien recurría a ellos. Vivían enfrentados a la ley pero bajo unos ideales de justicia que se ha venido a llamar poética, pero que al fin de al cabo era su  propia justicia.
Fue en Andalucía donde surgió el fenómeno del bandolerismo. Desde el punto de vista militar, los bandoleros toreros, cantaores de flamenco y en sus comienzos contrabandistas, escogieron la Serranía de Ronda (provincia de Málaga), por la especial configuración geográfica que sus montañas les proporcionaba, como centro de operaciones; haciendo lo mismo con otros lugares como Sierra Morena o Sierra Nevada y demás refugios montañosos de Andalucia, dado que el alto nivel de terratenientes feudales existentes en suelo andaluz hacía de este territorio el caldo de cultivo perfecto para el bandolerismo.

Aún así éste fenómeno no fue exclusivo del Sur sino que también llegó hasta nuestra sierra.  Francisco de Villena, más conocido como “Paco el Sastre”, Pablo Santos, “el bandido de la Pedriza”; y, por supuesto, Fernando Delgado Sanz, el “Tuerto Pirón”, son algunos de los nombres que producían espanto a lo largo de las sendas serranas. Eran hombres desalmados que asaltaban a los incautos viajeros y vivían refugiados en cuevas o en chozas abandonadas por los pastores de la Sierra.
Varios de esos lugares, donde se resguardaban los bandoleros, fueron la Cueva Valiente y El Cancho de los Muertos. Desde  su apertura en el Siglo XVIII, el alto de León se convirtió en paso principal hacia Madrid. Su complicada orografía facilitaba el trabajo de los bandoleros de la zona y era, además, refugio de muchos de ellos entre ellos de Juan Peña, de quien se dice que habitaba en Cueva Valiente. La historia cuenta que esta cavidad tomó su nombre por una derivación de “prueba valiente”: los quintos de la serranía accedían a su interior como prueba de madurez.
Una de las figuras más sobresalientes de la labor “bandolerista” fue Luis Candelas quien ejecutó parte de sus fechorías ante los habitantes de la población madrileña de Las Rozas en la primera mitad del Siglo XIX. Aunque este  salteador actuaba principalmente en Madrid, en ocasiones se trasladaba a la Sierra de Guadarrama para, aprovechando las entonces extensas zonas de fresnos y peñascales, asaltar a carruajes postales. Luis Candelas fue  el bandido madrileño por excelencia de 1.800. Actuaba con ferocidad, pero sin delitos de sangres, aunque se batiera en duelo en diversas ocasiones, una de ellas contra quien luego sería su compinche, Paco el Sastre. Junto a él, Francisco Villena, Mariano Balseiro y Leandro Postigo, entre otros, formó su famosa banda. Por aquel entonces era frecuente encontrarse con ellos en las tabernas de Madrid y, aunque ninguno era serrano de pro, son considerados parte de “Los bandoleros de Guadarrama”.

Existen testimonios que narran cómo uno de los atracos más famosos de Luis Candelas se produjo en el camino de Matas Altas, zona de montes situada entre Las Rozas y Torrelodones, en 1836. Gracias a un chivatazo, Candelas fue conocedor de un “suculento” carromato postal procedente de Valladolid. Mientras esperaba con su banda el carruaje en cuestión, los malhechores no dudaron en atacar a cuantos transitaron el camino aquel día, incluida otra galera proveniente de Salamanca. Según mantiene la leyenda, Candelas habría sustraído durante el golpe una valija diplomática. En este maletín, cuyo supuesto dueño sería el embajador francés en España, Armand Augustín Louis de Caulaincourt, se encontraron papeles comprometedores de nuestro país vecino.
A parte de Luis Candelas existieron en la Sierra hombres dedicados al pillaje. A finales del Siglo XVIII rondaba por la zona la banda de Manuel Rodriguez, apodado “El Rey de los hombres”, que junto a su hombre de confianza “Cabeza Gorda”, actuaba por los alrededores del Puerto de Navacerrada, ocultándose por las zonas del Paular o Siete Picos.

Otro de los más conocidos fue Pablo Santos, que se refugiaba en la Pedriza, por los alrededores de Cancho Centeno y era muy diestro en el robo de diligencias. Entre sus delitos destacan, el asalto al coche de correos que hacía la ruta Madrid – Bayona, conocido como la Mala de Francia, llamado así por un intento de castellanizar  la pronunciación del vocablo inglés “mail”.

Francisco de Villena, apodado Paco “El Sastre” fue otro de esos hombres picarescos que vagaron por la sierra tras fugarse de la cárcel del Saladero de Madrid. Su golpe más sonado fue el secuestro de los hijos del Marqués de Gaviria en 1839. Después se refugió en La Pedriza, e hizo que un pastor de Manzanares llevara una  carta al Marqués pidiendo un rescate de tres mil onzas de oro por la vida de los niños secuestrados. Antes de que se hiciera el pago los bandidos fueron atrapados en los alrededores del canto del Tolmo.

En 1854 uno de los motivos para la creación de la Guardia Civil fueron los actos de pillaje que ejecutaban los bandoleros. Durante el reinado de Isabel II se redactaron los decretos para la creación del organismo en pro de la defensa de los ciudadanos y bajo las premisas de conservar el orden público, la protección de las personas y las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes. La Guardia Civil consiguió reducir la actividades de robo y delincuencia encarcelando a la gran mayoría de los bandoleros que anteriormente hemos citado y supuso el inicio del fin de esta figura, aunque no fue hasta la primera mitad del Siglo XX cuando encontramos los últimos testimonios de relevancia de bandoleros.


Los bandoleros son una figura representativa de una España a la que alude con relevancia Pérez Reverte, me refiero a esa idea que nace de forma escrita con el “Lazarillo de Tormes” transmitiendo los ideales de la picaresca y la búsqueda de los bienes  por mediación propia ante un Estado obsoleto y una sociedad corrompida. Es por tanto, la figura del bandolero, eje sistemático de la ejecución de actos ilegales para acometer la defensa de los más desprotegidos a modo de justicia. Muchos de los lectores recordaran aquella serie de TVE llamada Curro Jimenez que venía a transmitir esa idea de justiciero divino, que en ocasiones fue  falsa pero que si induce en la idea de una España profunda y venida a menos, con los Borbones en sus momentos  más inestables.