martes, 28 de marzo de 2017

Las extrañas de "El Prudente"

Retrato de Felipe II
Felipe II, rey de la Monarquía Hispánica desde 1556 hasta 1598, es el ejemplo perfecto de la consolidación de lo que se ha venido a llamar Estado Moderno, no solo institucionalmente hablando sino desde el punto de vista cultural. En efecto, el desarrollo cultural del Rey “Prudente” resulta a todas luces un legado muy importante.

Felipe II fue un rey  profundamente religioso, extendió la fe católica más allá del infinito en sus etapas de expansión y descubrimiento de las Indias Occidentales (América). Esta relación tan estrecha con la ideología cristiana  tiene el pretexto de su padre, Carlos I, quién le educó bajo los preceptos de la Santa Iglesia. Por tanto es necesario advertir que en la figura de Felipe II encontramos la existencia de una visión providencialista, es decir, que los sucesos en la vida terrenal estaban claramente marcados por los designios del padre todopoderoso.  Este mismo ímpetu empujó al nieto de Isabel y Fernando a liderar a la Liga Santa frente al Imperio Turco Otomano, motivo de liberación para Europa que se veía cada vez más amenazada por la expansión de los Sultanes Mohammed II, Bayocetto II, Selim I o Soleiman “El Magnífico”. Todos estos eventos se traducían en actitudes diarias del “monarca escurialense”, oía con frecuencia misa, hacía retiros espirituales en Cuaresma y era muy devoto a la eucarestía.

Pero la Monarquía Hispánica no solo invertía su tiempo en eventos religiosos, Felipe II tenía multitud de aficiones que son recogidas por los cronistas de la época que en la mayoría de los casos escriben en letra cortesana, aquella que su bisabuela Isabel I de Castilla tanto alababa. Como curiosidad señalar que el propio monarca escribía de su puño y letra numerosas cartas a sus hijas pero acababan siendo destruidas al no perseguir la condición de legado.  Felipe II fue educado en los renglones del humanismo y por tanto es un hombre que tiene al individualismo frente a la idea de colectivismo medieval. Es un hombre del Renacimiento, anclado en el estudio de los grandes clásicos. Todo esto deriva en la idea que se tiene sobre él. Se ha dicho que el monarca Habsburgo fue una persona insensible, tan grave de gesto como de palabra, todo ello fomentado por la Leyenda Negra que incluso transmitió la idea de un rey taciturno. En realidad estamos ante un hombre muy culto, con una formación espléndida y amante de las artes, buena prueba de ello es la creación de El Monasterio de El Escorial.
Es verdad que Felipe pasaba más de ocho horas diarias en despachar los papeles de su escritorio, sin embargo la seriedad del trabajo la acompañaba  con una sed de curiosidad constante. Era aficionado a la pintura, a las ciencias, a la tapicería, la música o la arquitectura llegando a supervisar parte de la obra del monasterio que construyó una vez derrotó a los franceses en San Quintín. Entre sus aficiones más importantes va a estar los jardines, contrató a los mejores jardineros de Flandes, con ello creó lugares para el recreo y la exaltación de las emociones. Incluso Felipe II tenía una intensa actividad coleccionista en torno a relojes, medallas o armas. Pero sobre todo fue un ferviente  coleccionista de arte convirtiéndose en mecenas.
En efecto, el arte y especialmente  la pintura fue una  pasión  para Felipe II y nunca paró de acumular obras pictóricas destacando los trabajos de Tiziano. La religiosidad del monarca fue fundamental para fomentar la compra de estas espléndidas obras que acumuló en sus posesiones. En las piezas adquiridas se reflejan el lenguaje de la fe y el éxtasis místico, llevado a sus máximas cotas, todo ello fue gracias a El Greco pintor que residía en Toledo.
Por último hay que reclamar el papel de difusor de la cultura también para Felipe pues resulta de gran importancia la creación de la biblioteca dentro del Monasterio escurialense. La construcción de este espacio responde, una vez más, a la idea del coleccionismo, en especial al atesoramiento de libros pero también a los ideales fundamentales del humanismo que antes hemos comentado. En los escritos de contemporáneos como Ambrosio de Morales o Juan Bautista se plasma la idea de que el edificio no solo quedase como depósito, sino que debía acoger aquello que fuera necesario para proceder en cualquier estudio o investigación, de tal manera que en ella también estarían presentes todo tipo de instrumentos matemáticos, retratos de personajes, dibujos o grabados e incluso reproducciones de flora y fauna.


Estamos ante un claro ejemplo de que la Historia no se puede explicar únicamente desde el punto de vista militar, es necesario apelar a la cultura que nos muestra aquellos elementos más comunes de la vida de los personajes que han marcado nuestro destino. Es cierto que parece que estamos en una época mucho más alejada, pero no es menos cierto que realmente conservamos multitud de formas o costumbres que ya existían hace casi quinientos años. ¿Hemos cambiado? Sí, pero no tanto como pudiéramos creer.

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