viernes, 7 de julio de 2017

El Camino español, una cremallera en Europa.


El Camino Español, Augusto Ferrer Dalmau.

En ocasiones la Historia se ha comportado realmente mal con una serie de sucesos que, con el paso del tiempo, han sido abandonados a unas breves páginas dentro de libros colocados en pequeños rincones dentro de unas estanterías enormes de una biblioteca. En España somos muy proclives al destierro de nuestra propia historia y un buen ejemplo es el Camino Español, cuyos mayores estudiosos (Geoffray Parker o John Elliot) proceden de tierras lejanas.

El Camino Español era, en pocas palabras, el recorrido que conectaba a los soldados españoles para llegar a Flandes, cuando aún no se ponía el Sol. El Imperio Español consiguió, en tiempos de Carlos V, anexionarse Flandes lo que comprende los actuales Países Bajos y Bélgica. España alcanzó su época más dorada pero pronto llegaron los problemas. Lo cierto es que el protestantismo se extendió por toda Europa y en Flandes llegó hasta su máxima expresión con Guillermo de Orange. Mientras Felipe II alzaba a su máximo esplendor el catolicismo. El choque estaba asegurado y el conflicto en Flandes acabó desembocando en la Guerra de los Ochenta años.

En este contexto, en 1567, el Duque de Alba partió hacia Bruselas inaugurando el Camino Español. El objetivo era sofocar a los rebeldes flamencos protestantes y acabó empezando un ejercicio de diplomacia sin igual. Las tropas de los Tercios de Flandes eran reclutadas en diversas villas de la península, en ocasiones también fuera de España, los soldados posteriormente eran llevados a diversos puertos de embarque entre los que destacan Alicante, Cartagena o Barcelona. Una vez allí cogían los barcos y navegaban hasta la república de Génova con quien España trató de mantener siempre buenas relaciones y de ahí al Milanesado, territorio español durante el Siglo XVI, para comenzar el Camino Español. El viaje que emprendió Fernando Álvarez de Toledo, el duque de Alba, pasó por el Ducado de Saboya, Franco – Condado, Lorena, Luxemburgo y de ahí hasta Bruselas. En los años posteriores los problemas con las otras grandes potencias, en especial Francia, obligaron a España a tratar de negociar con los Cantones católicos suizos o la Valtelina para convertirse en un nuevo paso de tropas y de esa manera evitar el choque frente a guarniciones  francesas o inglesas.

Para realizar este viaje de casi 1.000 kilómetros entre Milán y Bruselas, los soldados españoles del Ejército de Flandes invertían en torno a seis semanas, aunque hay diversas crónicas con tiempos records establecidos en treinta y dos o treinta y cuatro días. El trayecto era realmente una Odisea, los soldados sufrían todo tipo de calamidades que incluían el ataque de campesinos hasta la falta de dinero para conseguir suministros. Una parte fundamental del recorrido la formaban los alojamientos. Se formuló un sistema de etapas para conseguir que los soldados tuvieran sus necesidades cubiertas, estas etapas se situaban en diversos puntos estratégicos del viaje y ahí se reunían los mercaderes que vendían sus productos.
Mapa representando el Camino Español. Fuente: Desperta - Ferro


Un grave problema para el soldado medio de los Tercios de Flandes era la falta de pagas que recibía. Las arcas de la Monarquía Hispánica no podrían hacer frente a la multitud de batallas que se libraban en el Imperio y los soldados veían en el saqueo de las ciudad

es una forma de satisfacer sus necesidades. En efecto, en el alojamiento de las tropas, que se hacía la mayoría de las veces en las villas de paso obligando a la población civil a acoger a los soldados, los robos y la picaresca entraban en escena. Si la escasez llegaba a límites insospechados los soldados llegaban a amotinarse y ante la falta de recursos volcaban sus fuerzas en el saqueo de la ciudad, lo que les daba un cierto respiro.

Lo cierto es que el Camino Español, inaugurado por el Duque de Alba, originó un ejercicio de diplomacia y logística sin igual, la Monarquía Hispánica tuvo que llegar a acuerdos con todos los territorios por los que pasaban sus soldados. Los piqueros, arcabuceros y mosqueteros se rodearon de sus familias durante el viaje, lucharon contra viento y marea hasta alcanzar Flandes. Todo por un puñado de gloria eterna, la búsqueda de la honra o ganarse el pan de cada día. Lucharon con convicción, por su reino y por su rey. Una vez alcanzaban Flandes los soldados llegaban con arapos y hambrientos y aún les quedaba lo peor, la lucha infinita por aquella empresa que no daba lustre. Triunfando alcanzó a nadie pero nadie quería salir de este mundo sin poner la pica en Flandes, porque honraba y sobre todo porque se luchaba por lo que se creía. Por Dios y por España.
Alegoría de la entrada del Duque de Alba en Rotterdam inaugurando el Camino Español.

Nos toca a todos y cada uno de nosotros recuperar este pedacito de Historia y convertirlo en un referente, en una empresa que cambió el mundo y que fue toda una cremallera en Europa. Cambiamos el mundo. El Camino Español terminó de usarse en 1622 ante los problemas con los franceses pero su recuerdo debe servirnos para apoyarnos en la búsqueda de cualquier signo del Imperio español, de la verdad y de la Historia.