domingo, 4 de septiembre de 2016

Los bandoleros en Madrid

El bandolerismo como fenómeno, no se puede reducir a una determinada época histórica, ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, muy al contrario y por norma general va ligado al comienzo de la humanidad.

En España el hecho del pillaje, del hurto y de la rebelión ya es más constatable en la época romana, donde Viriato era calificado como capitán de bandoleros, fue tal el calibre del apodo que tras su muerte fue apellidado como “bandido”. De él continuamos hasta los mofies, que eran almogáraves situados en el sur de la Península dedicados a atacar a los habitantes de las llanuras.
En ocasiones los bandoleros llegaron a desafiar ciudades enteras, como Diego Ordoñez que retó a Zamora y otros como Guinarte, Cadrell y el de Miñón que se atrevieron contra Barcelona, Lérida o Gerona en pleno S. XVI.

Es en esta época cuando se nos traslada a la concepción más clásica del bandolero, en ocasiones cruel y violento y  en otras luchador y activo por las causas más desfavorecidas, incurriendo en lo que los románticos trasladaron a través de las leyendas e historias reales fuera de España, haciendo del bandolero una figura idealizada de mártir de las causas injustas y la opresión social y política.
El rasgo característico del bandolerismo, aquel en el cual se sintetiza todo lo que impone temor y causa alarma, es la complicidad de las clases elevadas y de las personas que ocupan una jerarquía social muy alta, cuando la corrupción llega a este extremo, ningún resorte social es positivo, alzando a ciertos hombres, generalmente de estratos  sociales muy populares, contra las órdenes establecidas, violentando la variación en las diferencias económicas.

Este fenómeno se acentúa en los inicios del S XIX con la invasión francesa de la Península y ante una España que necesitaba cambios e innovaciones urgentes tanto en lo social como en lo político.
Se puede definir el espíritu de los bandoleros, del que con frecuencia hicieron gala de favorecer a los más necesitados, exponiendo una imagen de caritativos y generosos. Lo cierto es que se dedicaban a robar sin piedad a unos, a veces para ceder generosamente el botín a los más necesitados generándose así un sentimiento justiciero con el que se pretendía mejorar las zonas más pobres de la Castilla profunda, pero en la mayoría de las veces actuaban como vulgares ladrones. Lo cierto es que centrándonos en la figura de los bandoleros como justicieros resulta curioso cómo podían actuar de forma vil y a continuación enarbolar la nobleza para favorecer a los más necesitados. Mataban con saña pero defendían la vida de quien recurría a ellos. Vivían enfrentados a la ley pero bajo unos ideales de justicia que se ha venido a llamar poética, pero que al fin de al cabo era su  propia justicia.
Fue en Andalucía donde surgió el fenómeno del bandolerismo. Desde el punto de vista militar, los bandoleros toreros, cantaores de flamenco y en sus comienzos contrabandistas, escogieron la Serranía de Ronda (provincia de Málaga), por la especial configuración geográfica que sus montañas les proporcionaba, como centro de operaciones; haciendo lo mismo con otros lugares como Sierra Morena o Sierra Nevada y demás refugios montañosos de Andalucia, dado que el alto nivel de terratenientes feudales existentes en suelo andaluz hacía de este territorio el caldo de cultivo perfecto para el bandolerismo.

Aún así éste fenómeno no fue exclusivo del Sur sino que también llegó hasta nuestra sierra.  Francisco de Villena, más conocido como “Paco el Sastre”, Pablo Santos, “el bandido de la Pedriza”; y, por supuesto, Fernando Delgado Sanz, el “Tuerto Pirón”, son algunos de los nombres que producían espanto a lo largo de las sendas serranas. Eran hombres desalmados que asaltaban a los incautos viajeros y vivían refugiados en cuevas o en chozas abandonadas por los pastores de la Sierra.
Varios de esos lugares, donde se resguardaban los bandoleros, fueron la Cueva Valiente y El Cancho de los Muertos. Desde  su apertura en el Siglo XVIII, el alto de León se convirtió en paso principal hacia Madrid. Su complicada orografía facilitaba el trabajo de los bandoleros de la zona y era, además, refugio de muchos de ellos entre ellos de Juan Peña, de quien se dice que habitaba en Cueva Valiente. La historia cuenta que esta cavidad tomó su nombre por una derivación de “prueba valiente”: los quintos de la serranía accedían a su interior como prueba de madurez.
Una de las figuras más sobresalientes de la labor “bandolerista” fue Luis Candelas quien ejecutó parte de sus fechorías ante los habitantes de la población madrileña de Las Rozas en la primera mitad del Siglo XIX. Aunque este  salteador actuaba principalmente en Madrid, en ocasiones se trasladaba a la Sierra de Guadarrama para, aprovechando las entonces extensas zonas de fresnos y peñascales, asaltar a carruajes postales. Luis Candelas fue  el bandido madrileño por excelencia de 1.800. Actuaba con ferocidad, pero sin delitos de sangres, aunque se batiera en duelo en diversas ocasiones, una de ellas contra quien luego sería su compinche, Paco el Sastre. Junto a él, Francisco Villena, Mariano Balseiro y Leandro Postigo, entre otros, formó su famosa banda. Por aquel entonces era frecuente encontrarse con ellos en las tabernas de Madrid y, aunque ninguno era serrano de pro, son considerados parte de “Los bandoleros de Guadarrama”.

Existen testimonios que narran cómo uno de los atracos más famosos de Luis Candelas se produjo en el camino de Matas Altas, zona de montes situada entre Las Rozas y Torrelodones, en 1836. Gracias a un chivatazo, Candelas fue conocedor de un “suculento” carromato postal procedente de Valladolid. Mientras esperaba con su banda el carruaje en cuestión, los malhechores no dudaron en atacar a cuantos transitaron el camino aquel día, incluida otra galera proveniente de Salamanca. Según mantiene la leyenda, Candelas habría sustraído durante el golpe una valija diplomática. En este maletín, cuyo supuesto dueño sería el embajador francés en España, Armand Augustín Louis de Caulaincourt, se encontraron papeles comprometedores de nuestro país vecino.
A parte de Luis Candelas existieron en la Sierra hombres dedicados al pillaje. A finales del Siglo XVIII rondaba por la zona la banda de Manuel Rodriguez, apodado “El Rey de los hombres”, que junto a su hombre de confianza “Cabeza Gorda”, actuaba por los alrededores del Puerto de Navacerrada, ocultándose por las zonas del Paular o Siete Picos.

Otro de los más conocidos fue Pablo Santos, que se refugiaba en la Pedriza, por los alrededores de Cancho Centeno y era muy diestro en el robo de diligencias. Entre sus delitos destacan, el asalto al coche de correos que hacía la ruta Madrid – Bayona, conocido como la Mala de Francia, llamado así por un intento de castellanizar  la pronunciación del vocablo inglés “mail”.

Francisco de Villena, apodado Paco “El Sastre” fue otro de esos hombres picarescos que vagaron por la sierra tras fugarse de la cárcel del Saladero de Madrid. Su golpe más sonado fue el secuestro de los hijos del Marqués de Gaviria en 1839. Después se refugió en La Pedriza, e hizo que un pastor de Manzanares llevara una  carta al Marqués pidiendo un rescate de tres mil onzas de oro por la vida de los niños secuestrados. Antes de que se hiciera el pago los bandidos fueron atrapados en los alrededores del canto del Tolmo.

En 1854 uno de los motivos para la creación de la Guardia Civil fueron los actos de pillaje que ejecutaban los bandoleros. Durante el reinado de Isabel II se redactaron los decretos para la creación del organismo en pro de la defensa de los ciudadanos y bajo las premisas de conservar el orden público, la protección de las personas y las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes. La Guardia Civil consiguió reducir la actividades de robo y delincuencia encarcelando a la gran mayoría de los bandoleros que anteriormente hemos citado y supuso el inicio del fin de esta figura, aunque no fue hasta la primera mitad del Siglo XX cuando encontramos los últimos testimonios de relevancia de bandoleros.


Los bandoleros son una figura representativa de una España a la que alude con relevancia Pérez Reverte, me refiero a esa idea que nace de forma escrita con el “Lazarillo de Tormes” transmitiendo los ideales de la picaresca y la búsqueda de los bienes  por mediación propia ante un Estado obsoleto y una sociedad corrompida. Es por tanto, la figura del bandolero, eje sistemático de la ejecución de actos ilegales para acometer la defensa de los más desprotegidos a modo de justicia. Muchos de los lectores recordaran aquella serie de TVE llamada Curro Jimenez que venía a transmitir esa idea de justiciero divino, que en ocasiones fue  falsa pero que si induce en la idea de una España profunda y venida a menos, con los Borbones en sus momentos  más inestables. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario