El Camino Español, Augusto Ferrer Dalmau. |
En ocasiones la Historia se ha comportado realmente mal con
una serie de sucesos que, con el paso del tiempo, han sido abandonados a unas
breves páginas dentro de libros colocados en pequeños rincones dentro de unas
estanterías enormes de una biblioteca. En España somos muy proclives al
destierro de nuestra propia historia y un buen ejemplo es el Camino Español,
cuyos mayores estudiosos (Geoffray Parker o John Elliot) proceden de tierras
lejanas.
El Camino Español era, en pocas palabras, el recorrido que
conectaba a los soldados españoles para llegar a Flandes, cuando aún no se
ponía el Sol. El Imperio Español consiguió, en tiempos de Carlos V, anexionarse
Flandes lo que comprende los actuales Países Bajos y Bélgica. España alcanzó su
época más dorada pero pronto llegaron los problemas. Lo cierto es que el
protestantismo se extendió por toda Europa y en Flandes llegó hasta su máxima
expresión con Guillermo de Orange. Mientras Felipe II alzaba a su máximo esplendor
el catolicismo. El choque estaba asegurado y el conflicto en Flandes acabó
desembocando en la Guerra de los Ochenta años.
En este contexto, en 1567, el Duque de Alba partió hacia
Bruselas inaugurando el Camino Español. El objetivo era sofocar a los rebeldes
flamencos protestantes y acabó empezando un ejercicio de diplomacia sin igual.
Las tropas de los Tercios de Flandes eran reclutadas en diversas villas de la
península, en ocasiones también fuera de España, los soldados posteriormente
eran llevados a diversos puertos de embarque entre los que destacan Alicante,
Cartagena o Barcelona. Una vez allí cogían los barcos y navegaban hasta la
república de Génova con quien España trató de mantener siempre buenas
relaciones y de ahí al Milanesado, territorio español durante el Siglo XVI,
para comenzar el Camino Español. El viaje que emprendió Fernando Álvarez de
Toledo, el duque de Alba, pasó por el Ducado de Saboya, Franco – Condado,
Lorena, Luxemburgo y de ahí hasta Bruselas. En los años posteriores los
problemas con las otras grandes potencias, en especial Francia, obligaron a
España a tratar de negociar con los Cantones católicos suizos o la Valtelina
para convertirse en un nuevo paso de tropas y de esa manera evitar el choque
frente a guarniciones francesas o
inglesas.
Para realizar este viaje de casi 1.000 kilómetros entre
Milán y Bruselas, los soldados españoles del Ejército de Flandes invertían en
torno a seis semanas, aunque hay diversas crónicas con tiempos records
establecidos en treinta y dos o treinta y cuatro días. El trayecto era
realmente una Odisea, los soldados sufrían todo tipo de calamidades que
incluían el ataque de campesinos hasta la falta de dinero para conseguir
suministros. Una parte fundamental del recorrido la formaban los alojamientos.
Se formuló un sistema de etapas para conseguir que los soldados tuvieran sus necesidades
cubiertas, estas etapas se situaban en diversos puntos estratégicos del viaje y
ahí se reunían los mercaderes que vendían sus productos.
Mapa representando el Camino Español. Fuente: Desperta - Ferro |
Un grave problema para el soldado medio de los Tercios de
Flandes era la falta de pagas que recibía. Las arcas de la Monarquía Hispánica
no podrían hacer frente a la multitud de batallas que se libraban en el Imperio
y los soldados veían en el saqueo de las ciudad
Lo cierto es que el Camino Español, inaugurado por el Duque
de Alba, originó un ejercicio de diplomacia y logística sin igual, la Monarquía
Hispánica tuvo que llegar a acuerdos con todos los territorios por los que
pasaban sus soldados. Los piqueros, arcabuceros y mosqueteros se rodearon de
sus familias durante el viaje, lucharon contra viento y marea hasta alcanzar
Flandes. Todo por un puñado de gloria eterna, la búsqueda de la honra o ganarse
el pan de cada día. Lucharon con convicción, por su reino y por su rey. Una vez
alcanzaban Flandes los soldados llegaban con arapos y hambrientos y aún les
quedaba lo peor, la lucha infinita por aquella empresa que no daba lustre. Triunfando
alcanzó a nadie pero nadie quería salir de este mundo sin poner la pica en
Flandes, porque honraba y sobre todo porque se luchaba por lo que se creía. Por
Dios y por España.
Alegoría de la entrada del Duque de Alba en Rotterdam inaugurando el Camino Español. |
Nos toca a todos y cada uno de nosotros recuperar este pedacito
de Historia y convertirlo en un referente, en una empresa que cambió el mundo y
que fue toda una cremallera en Europa. Cambiamos el mundo. El Camino Español
terminó de usarse en 1622 ante los problemas con los franceses pero su recuerdo
debe servirnos para apoyarnos en la búsqueda de cualquier signo del Imperio
español, de la verdad y de la Historia.